“El indio es una esfinge de dos caras: con la una mira al
pasado y con la otra, al presente, sin descuidar del porvenir. La primera le
sirve para vivir entre los suyos; la segunda, para tratar con los extraños.
Ante los primeros se manifiesta como es; ante los segundos, como no querría
ser. Bajo el primer aspecto es franco en el trato, solemne en el rito,
intransigente en sus prerrogativas, orgullos en la función de sus cargos,
déspota en el mando, celoso en sus fueros, recto e incorruptible en la justicia,
transigente en el honor, despiadado en la venganza, breve y altisonante en la
oratoria, terriblemente lógico en la controversia, amo y señor en el hogar (…).
Bajo el segundo, hipócrita, taimado, receloso, falso,
interesado, venal, negligente, sórdido. Esta dualidad es la que norma su vida,
la que exhibe bajo esta doble personalidad, que unas veces desorienta e induce
al error ay otras hace renunciar a la observación por creerle impenetrable”.
Enrique López Albújar, Sobre la psicología del indio, 1927.
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